La satisfacción de hacer, independientemente de querer hacerlo

Cuando quieres hacer algo, aunque te encuentres con todo tipo de dificultades no paras hasta conseguirlo, solo por el mero hecho de querer hacerlo, las dificultades desaparecen, y no por arte de magia, sino porque dejan de parecer dificultades.

Para QUERER hacer, nos encontramos con factores motivacionales que permiten o no realizar los comportamientos esperados. A diferencia de PODER hacer, que reúne las posibilidades reales de cada persona para alcanzar los objetivos. Sin embargo cuando no quieres hacer algo, las trabas van apareciendo, encontrándote de todo tipo, hasta llegar incluso a convencerte de que no eres capaz. Para hacer algo, necesitamos voluntad y determinación, además de la intención, tiene que acompañarte la convicción de que aquello que vas a hacer va a beneficiarte.

A menudo nos planteamos objetivos que no sólo no son realistas, sino que no tienen en cuenta que hay consecuencias o resultados que no podemos «vaticinar» o predecir. Otras veces, sencillamente, no les damos a estas consecuencias y resultados el auténtico valor que tienen sobre nosotros y nuestras vidas.

Cuando quieres hacer algo y no puedes, tiene un nombre y voy a recordar a nuestro Gurú Fabian cuando nos habla de la raiz de las palabras, pues La apatía (del griego «a», que significa «sin», y «pathos», que significa «sentimientos y emociones») es un estado mental que se caracteriza por una disminución o ausencia de motivación, una clara falta de interés por la vida y una indiferencia general por el mundo que nos rodea.

En el ámbito cognitivo destacan la sensación de apatía, aburrimiento, desgana, inseguridad, tristeza, frustración, ansiedad… Sin embargo, es más que postergar voluntariamente. La procrastinación también deriva de la palabra del griego antiguo akrasia, hacer algo en contra de nuestro mejor juicio.

Esa autoconciencia es una pieza clave para entender por qué procrastinar nos hace sentir mal. Cuando procrastinamos, no solo estamos conscientes de que estamos evadiendo la tarea en cuestión, sino también de que hacerlo es probablemente una mala idea. Y aun así, lo hacemos de todas maneras. “Esta es la razón por la que decimos que la procrastinación es esencialmente irracional”, dijo Fuschia Sirois, una profesora de Psicología en la Universidad de Sheffield. “No tiene sentido hacer algo que sabes que tendrá consecuencias negativas”.

Las personas se enganchan en este círculo irracional de procrastinación crónica debido a una incapacidad para manejar estados de ánimo negativos en torno a una tarea. La procrastinación es el ejemplo perfecto de la tendencia de nuestra mente a dar prioridad a necesidades a corto plazo en vez de las de a largo plazo.

Ahora imaginemos que implicamos a otra u otras personas. Situaciones en las que yo «hago algo», esperando que otro u otros hagan «otro algo» a su vez. Como bien se sabe, es algo en lo que «caemos todos», por decirlo así, con la frustración y la decepción que en la mayoría de casos, eso supone.
¿Cuál sería la solución? La «asertividad» lo deja muy claro: Si quieres algo, pídelo directamente, sabiendo que tú tienes derecho a pedir lo que quieres y que los demás tienen también su derecho a no responder a tus demandas.

Por lo que al tomar una decisión, o hacer una elección, tendremos que recordar esto. ¿Qué perseguímos?
¿Cuál es nuestro objetivo?¿Qué estamos buscando, en última instancia?
Porque de ello depende lo que consigamos, sin duda alguna.

Sin más agradezco a mis hermanos en el sendero, la oportunidad de compartir mis reflexiones.

Rvda. Gag-Mo Ana María Martinez